«Un lugar para la esperanza», de Camron Wright

A todo el mundo le gusta vivir aventuras, siempre que terminen bien.

Aunque por cómo está editada y las fotografías que aparecen podría parecer basada en hechos reales, esto no es así. El relato es todo inventado si bien los protagonistas son reales. Es decir, el autor tomó “prestado” parte del material que preparó su hijo para un documental.

La vida en el vertedero es predecible, y eso es lo bueno para la protagonista pero también lo malo. Ya sabe de sobra qué es lo que va a pasar y por un lado le gusta saber o no tener determinadas incertidumbres pero por otro no quiere resignarse a que su hijo no tenga futuro.

Lo que sí deja traslucir el hecho de que el relato es ficción es que no parece haber nada que pueda deteriorar el núcleo familiar. Eso supone un ancla para poder superar las adversidades. Que de esas se van a encontrar varias a lo largo de la historia.

La historia gira en torno a la necesidad de la protagonista, madre de un niño enfermo, de querer mejorar para encontrar una solución para la enfermedad de su hijo. Y de cómo establece contacto con una persona huraña al principio, pero de buen corazón en el fondo, para empezar a aprender a leer. Y cómo es esta persona la que le da la clave para poder entender lo que lee:

“La literatura se lee con la cabeza pero se interpreta con el corazón”.

La literatura, como cualquier otra rama del arte no se interpreta racional sino emocionalmente. Es lo que sientas lo que te va a dar la clave.

Resulta curioso, por otra parte, cómo los protagonistas asumen la vida en el vertedero como algo normal. A fin de cuentas apenas conocen otra cosa y lo que conocen distinto no les gusta. Hay que tener en cuenta que si bien la novela no es real per se, los protagonistas sí que lo son, por lo que su enfoque sí está basado en cómo piensan ellos.

La paz a cualquier precio no es paz. Es derrota. Es una de las ideas que flotan en la novela. No pueden aceptarse las cosas tal cual se nos imponen sino que también debemos luchar para que puedan haber cambios que nos beneficien.

Es una novela sencilla, sin grandes pretensiones más que mostrar otras realidades, pero que también te reconcilia con el género humano al ver que si bien puede aceptar la realidad tal cual es, no por ello hay que renunciar a poder mejorar y cómo pequeños gestos por parte de uno pueden suponer cambio en otro.

Miguel Ángel del Hoyo

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