«La presa», de Irène Némirovsky
Lo primero que me vino a la cabeza al leer la novela fue Crimen y castigo, de Dostoyevski. Pero mientras que en la novela de Dostoyevski nos encontramos a un personaje envanecido por sus delirios de grandeza, en esta novela el personaje envidia y desea la grandeza que hay en el entorno de su novia, mientras que ve su entorno como algo horrible del que debe separarse urgentemente.
La verdad es que la novela del siglo XX, tan psicológica ella especialmente en Europa, no se comprende sin Dostoyevski. Pero tampoco sin otro autor que a mi juicio ha sido injustamente olvidado, probablemente por sus afinidades políticas, y que apoyándose en Dostoyevski o trabajando ese mismo tipo de novela fue un gran revulsivo a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Y no es otro que Knut Hamsun. Cuando lo leía yo era un adolescente (estaba en COU, el 2º de Bachillerato de ahora) y su estilo tan ¿impresionista? como psicológico o con monólogos interiores me dejó vivamente impactado. Estilo que después me he ido encontrando en muchos autores del pasado siglo y al que Irène tampoco es ajena.
Pero volviendo a la novela, que me desvío, tenemos al protagonista Jean-Luc Daguerne, que ambiciona la riqueza, prestigio e influencia que conoce a través de la vida de su novia mientras descubre el mundo al que ella pertenece y al que él quiere pertenecer y así alejarse del mundo de miseria que tiene a su alrededor.
Pero ella es absolutamente frívola. Está con él por su atractivo. No piensa en el mañana sino en el ahora. Él, enamorado de ella hasta la médula, cuando se entera de su compromiso, se revuelve y despechado decide hacerla suya como medio para alcanzar el objetivo. Deja de lado sus emociones y se centra en el objetivo.
El problema viene cuando él, de repente, conoce el amor e intenta una “jugada maestra” para acabar viendo cómo todo el castillo de naipes que había construido basándose en el doble juego y las mentiras se le viene abajo.
Es obvio que la autora conoce perfectamente el ambiente que describía en su novela y que no le gustaba nada a pesar de percibirse en ella una indudable compasión por los personajes. No le gusta ninguno. Y vienen a ser arquetipos de personajes que ella ha visto en el ambiente en el que se ha movido, puesto que todos podemos poner nombres a personas similares en determinados momentos. Pero aun así no puede evitar sentir una cierta compasión por su actos, especialmente en el protagonista, que llega a humillarse y clamar por el afecto por parte de la novia del amigo.
En fin, una novela muy entretenida y fácil de leer puesto que el estilo de la autora es realmente pulcro.
Miguel Ángel del Hoyo