«Castellano», de Lorenzo Silva

Ay, el nacionalismo. Cuando leo “… a los días que vieron nacer, del rechazo de Castilla hacia un monarca que le hizo sentir que sólo la quería para servirse de ella y de sus gentes, la gallarda y desdichada revolución comunera.” Empiezo a temerme el germen del nacionalismo, de la vieja que pasó llorando, que decía Jon Juaristi en su impagable El bucle melancólico.

Es importante, a mi entender, esa imagen de la que habla Juaristi, que se refiere a un dramón que triunfó durante la República y que es una adaptación de un drama incendiario irlandés de William Butler Yeats, Cathleen ni Houlihan. Y como afirma Juaristi en la obra y citando a un político e intelectual irlandés, Conor Cruise O’Brien, “…el éxito de la obra se debió a la instauración de una religión política en torno a la figura de  una divinidad secular, la Patria.” Coincidió en el tiempo, el siglo XIX, con las diferentes corrientes nacionalistas que recorrieron Europa y que dejaron un siglo XX plagado de muerte y desolación.

El caso es que andaba sumido yo en esas divagaciones y adelantándome a lo que pensaba que me iba a encontrar. Máxime cuando el libro ha surgido después de una serie de años en los que el movimiento independentista catalán ha vivido un apogeo a costa de la denostación de lo que ellos llaman España pero que lo acotan a los “mesetarios” (término, por otra parte, que yo he empezado a adoptar como símbolo de identificación). Y mientras suponía que iba a sumergirme en un relato basado en el victimismo y el agravio (la vieja que pasó llorando, de nuevo en mis pensamientos), como acostumbra a hacer el nacionalismo periférico, el autor hace un requiebro y empieza a plantear los hecho desde otra perspectiva, desde la necesaria autoestima. De la dureza de una climatología y un terreno que forja un carácter más fatalista pero también decidido. Y de cómo desde un pedregal (la Meseta) se acabó generando el reino más poderoso de la península, y el que luego financió tanto la aventura americana como la Monarquía Hispánica a costa de desfondarse económica y demográficamente. Además de recoger la tesis, planteada por un hispanista doctorado en Historia justamente además con el tema de La Revolución de las Comunidades de Castilla, de que fue la rebelión de los Comuneros la primera revolución de la Edad Moderna y no la última de las revoluciones de la Edad Media.

En definitiva, un libro que nos puede ayudar a entender mejor nuestro pasado y a centros orgullosos de él, que en estos tiempos tampoco viene mal.

Miguel Ángel del Hoyo

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