«Dios, el diablo y la aventura», de Javier Reverte
Al contrario que en el libro de “Nuestras riquezas”, este autor sí que sabe lo que quiere contar y cómo engarzarlo.
El autor, si bien excelentemente documentado, no abandona por otra parte el tono fabulador del narrador de historias que permite que el lector se quede enganchado para saber lo que va a ocurrir.
El libro está dividido en cinco capítulos, pero en realidad se puede agrupar en tres bloques genéricos que son los que componen el título del libro:
- Dios: O cómo Páez forma parte de la Compañía de Jesús. A través de ello el autor traza un curioso paralelismo con la historia de España y la evolución de la Compañía de Jesús. Que también le sirve, por otra parte, para diferenciar a esta orden de las demás, tanto en la forma de actuar como en la de pensar. Esta distinción se hace principalmente con los del Opus Dei. El autor parte de la idea de que dichas órdenes tienen la finalidad de influir en la sociedad. Pero no solo con los actos como tal sino influyendo en los que llegan a tener el poder. De ahí que ambas hagan hincapié especial en la enseñanza. En el caso de los jesuitas, esta influencia se haría trabajando sobre las elites. Pero estas elites se conseguirían a través de la excelencia educativa. La elite jesuita a través de la excelencia formativa. Y de hecho el autor recalca la gran formación del jesuita Pedro Páez que debate con los “teólogos” coptos y les derrotaría en su propio idioma. Además de que exhibe a los niños que previamente ha estado formando, para que le puedan servir para convencer al Emperador de lo que son capaces de conseguir. Por contra, en el caso del Opus Dei, la influencia que trataría de generar sería a través de las clases. Buscarían a los más interesantes en una determinada clase social y la formarían.
- El diablo: O el peregrinaje de Pedro Páez por el desierto (el diablo para las tribus) hasta llegar a Fremona. Lo que demuestra la gran entereza del propio jesuita para aguantar con estoicismo las penalidades.
- La aventura: Que es la narración de lo que acontece por un lado a Páez hasta conseguir su objetivo y por otro, a la búsqueda de las fuentes del Nilo Azul. Particularmente creo que si bien este detalle, en la vida del propio jesuita es algo anecdótico, y así lo dejó reflejado él en su propio libro, para el autor no lo es dado su carácter aventurero. De hecho entiendo que el autor (y a la vista de su bibliografía) siente una cierta fascinación por el continente africano y sería fruto de sus lecturas o investigaciones lo que le llevó a dar con el origen del primer europeo en llegar a las fuentes del Nilo y por tanto a la figura del propio Páez.
Al poco de comenzar la novela el autor introduce un texto en latín «Nunc dimitis” (sic). El término “Nunc” no es lo que parece puesto que no significa “nunca» sino ahora. El término nunca viene del latín “numquam”. Pero dado que la locución aparece mencionada varias veces eso me ha llevado a plantearme si es que de alguna forma no sería relevante para el propio Pedro Páez. Y si estaría relacionado con algo expresado cuando consiguió el objetivo que se había marcado al llegar a Etiopía, que era la conversión al catolicismo del Emperador y de todo el país.
Y como no podía ser de otra manera, al conocer las aventuras del jesuita fui raudo a Internet (wikipedia) a buscar información. Y lo cierto es que ésta es limitada. Y al hablar del Nilo Azul se le achaca, como de pasada, su descubrimiento o su encuentro al jesuita. Y posteriormente se menciona los demás europeos que llegaron, incluyendo a James Bruce. Pero si uno va a la página de James Bruce en inglés, apenas se dice que él no es el verdadero descubridor sino que tiene una disputa con otros al respecto. Y en concreto en el caso de Páez dice que según James Bruce el texto de Páez hablando sobre el Nilo no lo escribió él sino un jesuita posterior apellidado Kircher.
Curiosamente, por otra parte, creo que por otra parte el descubrimiento de la figura de este jesuita es a través de la propia novela de Reverte.
El triste colofón a esta historia es que nuestro país olvida muy pronto a sus hijos más ilustres. Y Pedro Páez es un perfecto ejemplo de ello. A pesar de la gran gesta que consiguió, apenas es conocido fuera de lo que es la Compañía de Jesús. E incluso tengo dudas de que muchos de los que hay en ella lo conozcan como tal. Y muy probablemente el motivo también se halle en que su obra no ha perdurado en el tiempo.
Miguel Ángel del Hoyo
Club de lectura