«Canción del Machichaco», de Enrique García Revilla

Ciertamente la verdad es que me sorprende. A ciencia cierta no sabría dónde encuadrarlo. Claro que , por otra parte, tampoco es que haga falta. Es decir, cuando adscribes un libro a un determinado género luego, consciente o inconscientemente vas buscando las propias pautas del género y viendo si el autor la obra las cumple o no. Como si fuese un manual de instrucciones de cómo usar un libro.

Y hay ocasiones en que simplemente te dejas llevar por la historia, sin preocuparte por si se cumplen los cánones o no.

Bueno, en realidad no sé si es un libro o varios. Es decir, hay un hilo conductor de la historia, que es un libro/relato transformado posteriormente en obra musical.

El autor, entiendo que como causa de su formación y como homenaje a aquello que le atrapa, lo ha convertido en un «libreto» de cuatro actos, si se me permite la digresión, cuando a mí me da que muy bien podría haber sido una tetralogía con cuatro novelas perfectamente diferenciadas pero con el mismo hilo conductor. Pero claro, el autor tiene su propia visión y motivaciones. Y es que si hay algo que la obra respira es el amor del autor por la propia música, de la que durante toda la narración nos va introduciendo y explicando conceptos que, de otro modo, yo habría ignorado.

En cierto modo empecé a leer la novela con un cierto escepticismo, puesto que en mi ignorancia supina de la geografía al ver el título pensé en una obra relacionada con el indigenismo en América del Sur (absurdo, lo sé, pero me vino a la mente el poblado o ciudadela o como se quiera denominar del Machu Picchu) cuando en realidad es un cabo geográfico del País Vasco y también el nombre del barco que sirve como excusa y entradilla de la novela. Y empieza de manera estremecedora hablando del ambiente en la ciudad a causa de la explosión del barco en el Cabo Machichaco y no puedo evitar recordar el 11-M y el pasmo que se vivía en Madrid en esos días. Supongo que muchas veces y de manera intuitiva, no me parece que sea algo buscado, mentalmente buscas algo con lo que asociar lo que el autor relata.

Y si ya el comienzo te deja impactado por el impacto brutal que tiene en el entorno, el autor va luego dejando pistas para que el lector siga enganchado: «Hasta él mismo se creía su gran farsa».

U otras pinceladas que tampoco terminas de encontrar explicación, como cuando habla del racismo existente en la sociedad francesa. No me imaginaba hasta qué punto lo era. Y tampoco estaba entendiendo mucho el motivo.

Por ello, mientras me sumergía en la lectura, me daba la sensación que el autor se frenaba, porque veía que luego la historia podría abarcar mucha más complejidad y con más giros y con el riesgo de acabar siendo inacabable.

Y, por último, un concepto que en un principio me hizo gracia como comodín para explicar las «casualidades» que sucedían. El autor mete un concepto, que él denomina Pakia, que si bien a primera vista recuerda un tanto a la Fuerza de las historias de Star Wars, a mí también me recordó otro concepto como era el planeta Gaia, que introdujo Asimov en una de las novelas de la Fundación, como un planeta en el que todo lo que hay forma parte de una superestructura y una conciencia común.

En fin, una novela muy recomendable para pasar un buen rato entretenido.

Miguel Ángel del Hoyo

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