«La primera mano que sostuvo la mía», de Maggie O’Farrell

La novela impacta. Sin lugar a dudas. La manera de narrar las dos historias y conectarlas al final es realmente buena. La autora, además, hace unas descripciones realmente vívidas. Quizás tira un poco de cliché para presentar a las antagonistas. Siempre resulta fácil así identificarse con los «buenos» y repudiar a los «malos». Al margen de ese pero, la verdad es que la autora se muestra como alguien que consigue crear una obra entretenida y además con una buena dosis de literatura entre sus dedos.

La verdad que en el primer momento y por el título pensé que iba a ser una obra sobre la maternidad y/o la paternidad en dos épocas diferentes. Al final resulta ser una historia entrelazada en diversos puntos en la que el elemento sorpresa va dando puntadas de manera dispersa y solo al final se descubre el motivo.

La verdad es que hay un párrafo que describe bastante bien cómo nos sentimos los hombres (o quizás deba decir yo) de cara a la paternidad. El niño como la estrella, la madre como directora y encargada de que todo vaya bien y el padre como chico para todo. Es más, creo que esa sensación se da ya durante el embarazo. Recuerdo cómo cuando nació nuestro primer hijo, un fin de semana volviendo a Burgos desde Madrid, al llegar a casa de mis suegros mi mujer se bajó del coche con Juan en brazos y yo me encargué de todo el equipaje. Subimos en el ascensor y mis suegros nos esperaban con la puerta abierta. Cruzó Celia la puerta con Juan en brazos, todos se echaron encima para saludar y hacer carantoñas al recién llegado y mientras yo me apañaba con todos los pertrechos me cerraron la puerta en las narices. La cara de imbécil que se me debió quedar tuvo que ser antológica.

Miguel Ángel del Hoyo

Club de Lectura de Adultos

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